viernes, 10 de agosto de 2012

La chica de las zapatillas moradas...

Ella tenía unas Converse moradas y yo unas negras… así que por una simple cuestión de lógica, era un hecho que tarde o temprano estaríamos juntos. Pero ya había pasado una semana, y luego otra, y yo aun no me había animado a hablarle, era medio cojudo en esas épocas, la verdad…

Pero no vayamos tan rápido y retrocedamos unos diítas…


Eran las vacaciones de verano del año milnovecientosqueteimporta, entrando al dos mil y mi vieja, viendo el prospecto de fumón que tenía en casa, decidió matricularme en un pequeño instituto, a estudiar la carrera de moda en esas épocas: Computación.

La verdad sea dicha, a mi me gustaba la computación. Desde los 13 años me divertía creando pequeños jueguitos en un computador atari que mi viejita me había traído de Arica. Así que cuando doña Meche me informó que me había inscrito en un instituto, no le puse fea cara, es más, hasta me emocionó un poquito la idea.

Pero todo cambió el primer día de clases, cuando bien bañadito y oloroso, hice mi ingreso en aquel instituto del centro de Tacna, hoy en dia INEI si no me equivoco. Creo que no había transcurrido ni quince minutos y yo ya estaba completamente desencantado. El instituto era misio y feo (seamos honestos), el profesor era un huevón (lo odié desde que lo vi), y con respecto a las clases me había dado cuenta de que allí no aprendería nada de lo que en verdad me gustaba, no aprendería a programar, ni a diseñar, ni a crear ni mierda, y todo eso porque a mi vieja se le había ocurrido matricularme en unas aburridísimas clases de 'Office'…

Cuando por fin llegó la hora de salida, a mí lo único que me había quedado claro, era que no volvería nunca más a esas clases de mierda, ya encontraría mejores y más productivas cosas que hacer en esas horas, como irme a Tacna Centro a que me graben música, o practicar mi flip 360 con el skate (truco que por cierto, nunca me llegó a salir carajo). Y en esas estaba, despidiéndome de ese feo lugar para siempre, cuando la vi… estaba parada a un lado de la entrada, con su carita de mala y su zapatilla morada apoyada en la pared. Debía tener como 17 años (1 más que yo, que por esas épocas tenía 16), pero eso a mi no me importó porque desde ese preciso momento, quedé templado como un becerro de aquella chica desconocida, ¿no regresar al instituto?, ¡las huevas!, tenía que seguir yendo nomás y encima quedarme todo el tiempo que pudiera para poder conocer y estar con esa flaquita..

Y ahora si volvemos al principio de esta historia, como les digo, ya habían pasado 2 semanas, y de hablarle a la flaquita nada. No se si a ustedes les haya pasado, pero a mi de chibolo, cuando una chica realmente me gustaba, me ponía más cojudo que de costumbre y me quedaba mudo. La cosa es que estaba decidido a hablarle a Sandrita, que así se llamaba la susodicha (se lo había escuchado decir a una de sus amigas), pero para mi mala suerte, Sandrita no estudiaba en mi mismo horario, yo estudiaba de 3 a 5 de la tarde, y ella de 5 a 7, o sea que ni con el horario la había chuntado mi vieja!, ya que solo tenía aproximadamente 10 ó 15 minutos (entre mi salida y su entrada) para intentar hacerle el habla..

Pero cuando las cosas tienen que pasar, pasan, y un día que nunca olvidaré, me la pasé toda la primera hora de clases, lucubrando como conocer a Sandrita, “Ya basta de mariconadas carajo, hoy mismo te quitas un poco más temprano, sales y le hablas, no hay de otra”, y así pensando huevadas estaba, cuando de pronto sentí un lapicero en mi espalda, “¿Qué fue, qué pasó?”, le dije a Miguel, el pata que se sentaba atrás mío, y al toque este me indicó la pizarra, donde el profesor me estaba mirando con cara de asado..

“Señor, hace como 2 minutos estoy que le digo que conteste una pregunta, y usted está todo ido, pensando en los huevereques del gallo seguramente…”, (todo el salón ríe), “Por favor, le repito la pregunta, ¿Cuál sería la formula para hallar el promedio ponderado en esta serie en Excel?”, entonces yo me quedé mirando la pizarra por un largo rato con cara de cojudo sin decir nada, porque no entendía ni mierda de Excel, ni de computación en general, porque yo a la única que me quería 'computar' era a Sandrita, la chica con cara de mala y zapatillas chéveres que entra a las 5 profesor, y yo en vez de estar afuera con ella intentando hablarle, estoy aquí mirando su cara de huevón profesor, porque vaya que usted está cagado profesor, porque yo 'cuando sea grande' profesor, no voy a ser ni cagando como usted, yo no voy a enseñar esta mierda de Office en un instituto 'medio-pelín', yo voy a estudiar Publicidad en la Toulouse y voy a trabajar de creativo en una empresota y voy a ganar un sueldazo y voy a tener mi carrazo y mi casota y mi esposota y…

- Señor, ¿hasta qué hora cree que le vamos a esperar, va a responder la pregunta o no?
- No, profesor…
- Ok, preguntémosle a alguien con cerebro esta vez…, (todos vuelven a reír), Alumno Demóstenes, haga el favor de responder la pregunta que le hice a su compañero
- =AVG(A1:A5)…
- ¿Ya ve qué simple señor?, ¿eso no puede hacer usted?

Como dije al principio de la historia, mi relación con el profesor fue mala desde el comienzo, supongo que yo le caí mal porque del saque se dio cuenta de que mi interés por su curso era nulo. Y a mi él no me caía por muchas razones (todas estúpidas y superficiales), se le notaba pedante, acartonado, creído, siempre iba a dictar clases vestido con sus zapatitos marrones bien lustrados, su pantalón crema medio ajustado, y su camisita celeste manga corta bien planchadita, planchadita como su pelo, el cual usaba todo para atrás bien peinado con harto gel. Era un tipo joven el profesor, debía tener máximo unos 27 años, lo recuerdo alto, trigueño, bien plantado…

Pero bueno, a la mierda con el profesor, sus insultos cojudos no me iban a afectar, porque esa tarde a la salida yo tenía una cita con el destino, el destino se llamaba Sandrita, usaba converse moradas y yo le tenía hartas ganas, así que saliendo nomás me fui al toque al baño, me lavé un poco la cara, y me miré al espejo, “Hoy día es el día huevón, así que sales y le hablas, nada más”, así que salí del baño, bajé por las escaleras y la busqué con la mirada, pero no logré ubicarla, no estaba por ningún lado, no era posible, “No era posible que justo hoy que estaba decidido a hablarte no vinieras Sandrita, eres mala, me cagas la vida carajo, me la cagas…”, cuando de pronto, una voz femenina sonó detrás mío, y me dijo “Hola”…

Díganme mentiroso, estafador, cuentero, florero, lo que quieran, pero en serio les digo, que era la misma Sandrita en persona. Teniéndola frente a mí me di cuenta de que era unos centímetros más alta que yo, “pero eso no importaba, en un par de años yo crecería más y la pasaría, así es la naturaleza carajo, las mujeres desarrollan más rápido que los hombres pero luego allí se quedan, en cambio nosotros crecemos hasta los 18…”, pensaba yo todo cojudo mientras ella me miraba divertida…

- Oye chibolo, me puedes hacer un favor…
(¿Chibolo?)
- Si, mira, ¿tú conoces al profesor Zanetti?
(¿Profesor Zanetti?)
- ¿Ah?... si, si… yo conocer… Zanetti… profesor… mío
- Chévere entonces, mira, entra y dile que Sandra lo está esperando en el laboratorio ¿ya?
- Es queeeee…
- Ya pues… no seas malito, ¿ya chibolo bonito?, yo aquí te espero…

Con lo de “chibolo bonito” me cagó, así que contra todo pronóstico, le estaba llevando un recado de mi hembrita al profesor Zanetti, que así se llamaba el hijo de puta de mi profesor, “porque estaba claro para mi que Sandrita era mi hembrita, bueno, y si aun no lo era, lo sería de aquí a un tiempo corto, porque si pues, no me gustó que me dijera chibolo, pero al menos me veía bonito, y eso ya era algo positivo, así que tiempo al tiempo nomás, yo me la sabría ganar a Sandrita, que ahora que la he visto de más cerca, hasta los ojitos un poco claros tiene, ¿y que rica que está por detrás no?, nada que hacer que tengo buen gusto carajo, así que ahora llegando a mi casa, me meto dos ‘harakiris’ en su nombre, temporalmente nomás eso sí, porque como dije antes, en corto tiempo, ya no tendría la necesidad de hacer eso porque ella sería mi hembrita oficial, la más oficial de las oficiales”…

Cuando llegué al salón mi profesor no estaba, así que lo odié más aun, porque justo en este momento en que en verdad me iba a servir de algo conocerlo, no estaba en su sitio este huevón, “Ta' mare, ¿Y ahora?, ¿Cómo le hago el favor a mi Sandrita?, que seguro quiere hablarle de sus notas o algo así, porque seguro que este huevón del profe la odia como a mi, porque con esa pinta que tiene, segurito es un poquito relajada la pobre, y como a mi, no le entran las formulas del Excel de mierda en la cabeza”…

Así que fui a buscar a mi novia pero Sandrita ya no estaba, “Putamadre, ¿y donde se metió?”, entonces se me ocurrió que como me había demorado mucho, ella se había adelantado y se había ido de frente para los laboratorios, “Esperando tal vez que yo, su futuro enamorado, llegaría de la mano con el profe, para que juntos lo convenzamos para que le suba un poquito la nota o lo que sea”.. Fue entonces que caminé presuroso hasta el laboratorio, abrí la puerta sin tocar, y los vi… el profesor estaba apoyado en el pupitre y tenía a Sandrita cogida de la cintura, se estaban besando…

Todo pasó muy rápido, ellos voltearon para verme pero yo ya había desaparecido…

Aquella fea tarde, de ese feo verano, salí de ese feo instituto para nunca más volver, y me fui caminando por toda la avenida San Martin, sintiendo como si algo hubiera reventado dentro de mi pecho, hasta que llegué a casa, y una vez allí, me quedé mirando el cielo hasta que se hizo de noche…

Fin.

PD1: Me acordé de esta historia ayer, cuando vi a una linda chica con unas All Star moradas en Yingo, un programa juvenil que lo pasan por las tardes en Chilevision.

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